Dice Milagros Palma en su obra "La mujer es un cuento", al referirse a este popularísimo mito:
"Cuentan que la Llorona es el alma en pena de una mujer despojada de sus hijos, por eso su llanto errabundo. En algunos relatos aparece una mujer enloquecida quien no aguantó la miseria, acabando con ella y sus hijos. Entonces el alma quedó vagando por los pueblos, preguntando por sus hijos y lamentando su tragedia".
La Llorona es pues, independientemente de las circunstancias y variantes que cada región le de a su identidad, un mito genérico de los que personifican a un espíritu de una madre en pena.
Simboliza el castigo al proceder de algunos padres que de forma irresponsable y sin medir las consecuencias de sus actos, conciben los hijos para luego evadir sus obligaciones, recurriendo al aborto, como si la criatura por venir fuese la culpable de sus errores.
Se trata de un personaje que vivió en épocas pretéritas en diferentes pueblos del Huila. Era un enigmático hombre que vestía de negro y se ponía un gran sombrero del mismo color, montaba un brioso caballo también negro que se confundía con la noche, no hablaba con nadie y a nadie le hacía daño; aparecía y desaparecía como por encanto.
Físicamente se le describe como un hombre maduro, con un sombrero grande, bien vestido, de rostro sombrío y en actitud de observación permanente.
En el libro Mitos y Leyendas de Colombia, de Iván Salazar Duque, se hace referencia al a trilogía del vestido negro, así:
Fue famoso en Medellín en 1837, cuando recorría todas las calles. Aparecía cuatro o cinco viernes seguidos, volvía a aparecer uno o dos meses después. Parece que fuera el sombrerón, el espanto propio de Medellín.
Se aparecía de improviso y de improviso también volvía a desaparecer. Solía hacer sus mas frecuentes apariciones los días viernes en especial los de cuaresma y el viernes santo.
Hacía sus galopantes y ruidosas apariciones silbando, rastrillando su mula y dejando oír el arrastrar de las cadenas de sus perros por casi todas las calles empedradas de Medellín antiguo, (1800 a 1900).
Hay crónicas también de sus andanzas por pueblos del suroeste como Andes, Bolívar y Jardín y por los poblados a orillas de los ríos San Juan y Baudó.
En otras regiones colombianas como el Tolima, el Huila y al oriente del Valle del Cauca, se le denomina como El Jinete Negro, y se le describe en forma muy similar a como hemos descrito hasta aquí.
Es la reina de los bosques espesos. La describen como una mujer corpulenta, elegante, vestida de hojas y musgo. A los hombres perversos los castiga: los embolata en el monte y los pone a caminar durante horas. Cuando se baña en la parte alta de los ríos siembra en ellos enfermedades y plagas. El mito es conocido en Brasil, Argentina y Paraguay con nombres como: Madreselva, Fantasma del monte y Madre de los cerros.
La Madre Monte persigue con saña a los que son dados a discutir maliciosamente por linderos y que destruyen las alambradas de sus vecinos y colindantes; es una asidua defensora de los limites correctos de las propiedades. Castiga a los que roban, a quienes andan en aventuras amorosas pervertidas y a los que osadamente invaden el corazón de sus enmarañadas arboledas.
Su influencia se manifiesta por una especie de mareo o alucinación mediante la cual la víctima ve todos los lados del monte idénticos lo que le hace imposible encontrar la salida. Pocos han visto su imagen.
Dicen que para librarse de las acometidas de la Madremonte es conveniente ir fumando un tabaco o con un bejuco de adorote amarrado a la cintura. Es también conveniente llevar pepas de cavalonnga en el bolsillo o una vara recién cortada de cordoncillo de guayacán; sirve así mismo, para el caso, portar escapularios y medallas benditas o ir rezando la oración de San Isidro Labrador, abogado de los montes y de los aserríos.
Tiene la figura de una mujer hermosa, sensual, de penetrante mirada y agresiva actitud. Vive rodeada de culebras que semejan bejucos, camuflada en lo más oscuro de la selva, atalayando a los hombres para embrujarlos con su mirada, atraerlos hacia ella y satisfacer sus apetitos sexuales.
Dicen además, que era una mujer infiel a su esposo, quien al encontrarla con otro hombre, le cortó una pierna y se la entregó a su amante, luego la tomó, la llevó al centro de la selva y allá la dejó abandonada para que muriera lentamente y pagara por su infidelidad.
Empero, el prodigio de la selva no le permitió morir, su cuerpo sufrió varias mutaciones: perdió sus genitales, su única pierna quedó convertida en las garras de un oso y sus manos se alargaron de una forma grotesca. Como es de suponer, se dice que este personaje fue inventado por los hombres celosos para asustar a sus esposas infieles, infundirles terror y, al mismo tiempo, reconocer las bondades de la selva.
Esta es una de las más tradicionales narraciones de nuestro país, cuya ubicación no ha sido exactamente establecida ya que para muchos pertenece a la tradición de los andes huilenses, para otros al Departamento del Tolima y hasta de la región antioqueña razón por la que se le conoce con diversos nombres, tales como: El Mohan de Yarumal, El muan, El Tigre Mono, El Mohan del Tolima, entre otros.
Se le define como un ser de aspecto monstruoso, corpulento, de muy larga cabellera con la que cubre la mayor parte de su cuerpo, cara tosca y de miedoso aspecto. Son muchas las versiones que sobre el actuar de este personaje existen, sin embargo, en general, los pescadores de la región andina lo definen como travieso, andariego, buscador de aventuras, maligno, enredador y busca pleito con ellos, mientras que a las mujeres se les presenta como un sátiro, engañador enamorado y sucio.
Cuenta la historia que en El Plato, Magdalena vivió un hombre al que le gustaba espiar a las mujeres cuando se bañaban desnudas. El deseo de tenerlas cerca sin que lo vieran lo llevó a pedirle a un brujo que le preparara una pócima que lo convirtiera en caimán, para poder navegar por el río sin ser visto.
El brujo le hizo dos bebidas, una roja para volverse caimán y otra para ser nuevamente hombre. Cuenta la leyenda que un amigo lo acompañó y cuando lo vio convertido en caimán, dejó caer la botella que contenía la poción para volver a ser hombre. Sin embargo, una gotas cayeron en su cabeza y por esa razón terminó siendo mitad hombre mitad animal. Dicen los pescadores que se aún se aparece en el río asustando a las mujeres hermosas y a las lavanderas.
La Muelona se presenta siempre como una mujer muy hermosa, aunque provista de una enorme dentadura. Se dice que persigue a los hombres incautos, enamoradizos, en los caminos solitarios, mostrándose incitadora como una mujer normal y bonita. De esa forma caen en sus redes y son arrastrados por ella, maliciosamente, hasta un lugar más apartado donde los devora triturándolos con su fuerte dentadura.
Por otro lado, persigue a los enamorados, a los borrachos, a los contrabandistas o a quienes andan en malos pasos y a los que acostumbran viajar solos por los montes.Con su dentadura tritura todo lo que se le atraviese y su poder destructor es tremendo. Muchas veces en la espesura o en la oscuridad solitaria se escucha el macabro triturar de sus molares.
Tomado de Mitos y leyendas de Colombia, escrito por Fabio Mejía Vallejo.
La Diosa Chía es conocida como una de las dos madres principales de la humanidad. Esta era la madre protectora de la diversión, los bailes, la alergia y las artes. Pero la mítica Chia, también conocida como Huitaca, era una mujer tan hermosa como malvada, ya que arrastraba a los hombres a la corrupción y el pecado, se convertía en luna o en lechuza, aprovechando las tinieblas de la noche para llevar a cabo sus propósitos malignos.
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